jueves, 1 de diciembre de 2022

 Cuando el árbol crece, es fuerte y su copa llega hasta el cielo.

El orgullo de los siervos de Dios.

Pastor Randall Gamboa Guillén.


El libro de Daniel, en el capitulo 4, narra la historia de la locura de un hombre que vivió por algún tiempo, semejante a las bestias del campo debido a su soberbia como el mismo lo escribe en el hermoso libro del profeta Daniel.

Si. Nabucodonosor relata este pasaje, escribiendo: Yo Nabucodonosor estaba tranquilo en mi casa...           ( Daniel 4:4). Aquel rey babilonio escribe este texto para exaltar la grandeza de Dios a la par de la pequeñez y soberbia de los hombres, aunque estos sean de linaje real o no.

El sueño del rey, que iba acompañado de visiones e imaginaciones que le turbaban en gran manera, hizo que de nuevo llamara al amado Daniel, hombre de Dios, fiel en su fe y de buen testimonio ante las autoridades de Babilonia, para contarle tal cual era el sueño y que el hebreo pudiera mostrar la interpretación.

Un árbol, fuerte, que crecía, su copa llegaba hasta el cielo y que podía apreciarse desde todos los confines de la tierra, era la visión de Nabucodonosor. Además añade que su follaje era hermoso y su fruto abundante que alcanzaba para alimentar a todos los habitantes de la tierra, ( versos 10,11,12). Pero a la vez el mismo rey en aquellas visiones lograba ver como un vigilante santo descendía del cielo, y daba la orden de derribar aquel árbol y de cortar sus ramas para dejarlo en desolación y humillación.

Evidentemente la visión del árbol grande se refería a un hombre, pues la sentencia del vigilante era cambiar el corazón de hombre por un corazón de bestia. Daniel 4:16. Aquel hombre no era otro que el mismo que recibió la visión, el mismo rey de Babilonia, el gran rey lleno de poder y de fuerza, de belleza y dominio que debía atender el consejo de Daniel quien le dijo que el Altísimo era aquel vigilante que lo pondría en su lugar botando su soberbia y altivez al dejarlo como un animal sino prestaba atención, y atribuía toda grandeza y gloria al Único que la merecía.

Doce meses después, olvidando aquel consejo, e ignorando la grandeza y la omnipotencia del Dios verdadero, y paseándose sobre su palacio y atribuyéndose gloria a su majestad vino una voz del cielo que le quitaba el reino y su cordura, su elegancia y su brillo para dejarle como un animal que se paseaba en los patios de su gran reino durante 7 tiempos.

Que gran horror para la familia del rey Nabucodonosor, ver como su padre o esposo era apacentado como un buey más, ( Daniel 4:32), y que su habitación sería como la de un animal salvaje o doméstico.

Y es que, si quisiéramos guardar la distancia del texto bíblico del antiguo testamento con nuestro tiempo, para pensar que eso no podría suceder de nuevo, posiblemente nos equivocaríamos.

Las locuras se siguen dando. Porque las soberbias y el orgullo de los hombres se siguen viendo en todas las esferas de la sociedad, y los servidores de Dios, los ministros del Señor no han podido escapar de tales aires de grandeza que confunden y al final dejan como bestias extraviadas a quienes caen en el lazo del poder ministerial.

Jesús, dijo en San Marcos 10:45 que el hijo del hombre no había venido para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Respuesta que tuvo que dar a algunos de sus discípulos que pretendían gloria al lado del mismo Señor.

La grandeza sigue siendo una atracción apetecida por las nuevas generaciones que nacen en nuestras iglesias. Las luces siguen siendo un atractivo para quienes empiezan a servir, y quienes han iniciado una carrera desmedida por los primeros y reconocidos lugares dentro del cuerpo de Cristo.

Peor aún, cuando aquello no se consigue, provoca una apatía y desilusión en gran escala al punto que muchos de los que empezaron a servir a Dios, cuando ven que aquella "promoción" no se da, abandonan y dejan de caminar con el Señor.

Desde cualquier parte que lo quisiéramos ver, desde el inicio de la creación el orgullo ha separado la intina relación que los hombres han tenido con Dios, y como consecuencia, su soberbia les ha castigado duramente siendo visible a todos los demás.

En muchos años de caminar con Dios, posiblemente quienes lean este artículo fácilmente puedan recordar a alguien que se ha llenado de soberbia y que no le ha ido bien. Dios mismo nos ha dejado ver testimonios bíblicos como el de Saúl, el de Amán, o el del rey Manasés entre otros, como también en nuestro tiempo hombres y mujeres de Dios que se dejaron llenar de soberbia, y que la copa de su árbol logró gran altura para que aprendamos la humildad y así evitar el dolor de aquellos que se gloriaron a si mismos.

Que no sea así entre los que servimos a Dios. Mantengamos nuestra posición de siervos, seamos fieles en dar la gloria a Quien corresponde. No dejemos que las muchas ocupaciones nos hagan pensar que yo soy muy importante. Si nuestro follaje, o nuestra copa se hace grande, puede aparecer el Vigilante del cielo para dar una orden, y quedaríamos muy expuestos a la humillación.

Que sea nuestra oración siempre servir a Dios con sencillez, humildad y carácter de siervo delante del Dios a quien servimos.



Pastor Randall Gamboa Guillén.

San José CR. 1 de Diciembre 2022.















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